martes, 9 de agosto de 2011

¿Pedir una educación de calidad justifica la represión del gobierno chileno?

Hoy es un día más de represión en Chile. El presidente Sebastián Piñera no apuesta al diálogo y optó por sacar la policía y los carros hidrantes a la calle. Según los medios de comunicación chilenos 180 mil personas marcharon para buscar un cambio en la educación de ese país.

Tal vez Piñera necesite demostrarles a los estudiantes chilenos quien tiene el poder, aunque su imagen siga cayendo de manera estrepitosa. Por estos días tiene solo el 30 por ciento de aprobación. Nunca un presidente en Chile desde el retorno a la democracia cosechó tanto repudio cuando todavía no cumplió un año y medio de gestión. El presidente Piñera debe recuperar la cordialidad y la cordura y hacer un pacto con la sociedad chilena que es la que lo eligió a través de las urnas.

Piñera  y su gabinete creen atemorizar a las futuras generaciones. Pero, desde mi humilde lugar de redactora de este blog, me animo a hacer un análisis y decir que los políticos chilenos se olvidaron de que esta generación ya no le tiene miedo a la represión, al carro hidrante y menos a los carabineros. Esta generación perdió el miedo.

El otro día seguí en directo con la webcam a través de Twitter la conferencia improvisada por alumnos de la Universidad de Concepción. De manera amable, se dispusieron a contestar todas las preguntas que ingresaban al foro. Allí expusieron algunos puntos fundamentales:

Si Chile es un país que apuesta a ser del primer mundo: ¿por qué tiene una educación de tan baja calidad?

¿Por qué las universidades se convirtieron en centros de lucro y no devuelven en réditos hacía los alumnos, por ejemplo, en la contratación de mejores profesores, más competentes, mejorar los planes de las materias, hacerlos más competitivos?

¿Por qué las universidades pequeñas no pueden progresar y ponerse a la altura de las mejores?

¿Podemos hablar de una segmentación social en la que los pobres claudican y postergan su ascenso social si provienen de universidades poco reconocidas y en cambio todos aquellos que estudian en las mejores cinco universidades del país serán los únicos poseedores de oportunidades?

¿Por qué un alumno universitario debe hipotecar el presente de sus padres y su futuro pagando una colegiatura equivalente a 90 mil dólares o 62 mil euros cuando se podría obtener por menos dinero?

Entonces eso nos dice algunas cosas: El Estado, desde su ministerio competente no reguló la ambición de los centros universitarios privados en querer hacerse ricos sin realizar importantes inversiones que regresaran en beneficios para los alumnos.

¿Existe la posibilidad de que algunos funcionarios de Educación estén involucrados en algunos negocios con la educación privada?  Por ahora no se sabe nada de eso. Pero, tal vez más adelante si el periodismo investiga podría obtener esas respuestas.

Desde la semana pasada las manifestaciones callejeras de los universitarios chilenos han generado una crispación en el gobierno que no tiene precedentes.

En el 2008 la entonces presidenta Michelle Bachelet tuvo que soportar que un grupo de alumnos de la educación media le hicieran sucumbir a tres ministros de Educación y con el caos generado en ese momento su popularidad bajó también.

La clase alta chilena no toleró que una funcionaria, Yasna Provoste ejerciera su cargo en Educación, que se reconociera en ella los signos de una mujer que no provenía de una cuna de alcurnia y que demostró que sólo por haber estudiado pudo ascender en la escala social.

La sociedad chilena más pacata castigó duramente a la ex ministra Provoste. Se le montó una operación de desprestigio. En ese momento le agregaron más leña al fuego: la acusaron de girar subsidios extraordinarios a los establecimientos educativos privados y públicos para sostener sus presupuestos a través de crear una cantidad exagerada de alumnos que no existían en esos colegios, para así otorgar partidas de dinero más generosas a los establecimientos educativos. Provoste renunció a su cargo y encima debió enfrentar un juicio político.



En estos días los alumnos universitarios le están reclamando al presidente Sebastián Piñera que ponga sus esfuerzos en llevar adelante una reforma educativa que contemple la calidad en la educación universitaria, sin sentirse estafados por el sistema privatista de la educación superior imperante en Chile durante los últimos 30 años.

Es una realidad que los estudiantes chilenos no conocen la gratuidad en la educación superior, que la movilidad social por más que exista, en una familia conformada por gente preparada no se consigue tal vez en la generación siguiente. Las oportunidades, al parecer en Chile, son para muy pocos y casi siempre coincide con quienes pertenecen a la clase privilegiada.

Los reclamos son claros: educación pública, gratuita y de calidad. Chile tiene un PBI per cápita de 15.883 dólares por habitante, apenas un poco menos que Argentina, pero tiene casi 17 millones de habitantes, es decir la mitad de la población argentina.

Desde hace diez años Chile ha sido nombrado por la comunidad internacional como un país que tenía una economía exitosa y sólida en base a los sacrificios que había realizado su sociedad, pero en estos últimos años nos encontramos con familias tan endeudadas como las estadounidenses porque tanto en Chile como en Estados Unidos cualquiera puede acceder al crédito.

La gente consume ya sin necesidad de hacerlo, sólo por la mera acción. Entonces tal vez no se trate solo de reformar la educación media y superior, sino de replantearse que necesitan como sociedad en esta década.


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